El silencio abrasaba las terrazas en esta día de terral. Ni toda la luz de las once podía evitar esa sensación a desierto, sólo la ropa tostándose al sol en los tendales eran la constancia de vida tras las ventanas del barrio. Se presuponían los alientos y sudores en las playas, en los montes, leña y chorizo, arena y gambas. Sólo a mi, tras el silencio, le tienta una sabana azul tendida al sol.
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