miércoles, 1 de mayo de 2013

LA DIVINIDAD. Juan Gil-Albert

Sí no hubiera sabido lo que soy,
si no me hubiera ahondado en el abismo
de mi suerte,
qué distinto sería el universo
y mi misma virtud.
Pero inconsciente y dueño de las cosas
tal vez una luz nueva me alumbrara
menos funesta, un alma más voluble
seguiría alternando sus placeres
con sus desconfianzas, y en el seno
de lo imprevisto, yo, como una larva
que apenas sabe nada del proceso
de su ambición, me iría transformando
de aquel joven en este pensativo
que no halló su ventura. Pero entonces,
qué sin saber, qué sola complacencia
hubiera sido; no, cuántas promesas
se habrían resistido a realizarse
dentro de mi, qué sueño insatisfecho.
Sé ahora así del orbe y de mí mismo
lo que esperaba, nada permanente,
una verdad remota, inabarcable,
pero segura y fiel. Este silencio
que tantas veces,solo, frente al mundo,
he logrado saber lo que decía
no es un arcano, es fe de mi existencia.
No hay como reparar en esta cosa
del vivir solitario,
para que nos sintamos prisioneros
de una grandeza extraña:
del ser.
Yo soy,me digo.
Soy esta soledad intransferible,
este fuego interior.
Me muevo, pienso, hablo, me enamoro,
doy fe de vida.
Doy fe de mi ilusión.
Me entretengo pasando cuenta a cuenta
los días fugitivos.
Y una ansiedad avanza retadora
como un ala sublime.
¿Una ansiedad de qué?
De nada exactamente.
De ser esto que soy, de acostumbrarme
a todo cuanto he sido: un hombre solo.
Un gran disipador de la existencia,
un conductor feliz de la energía:
nada concreto: un dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario