domingo, 12 de junio de 2011

El paso permanente. Juan Gil-Albert (1904-1994)

Cada cual lleva dentro,
mientras vive,
una vida segura.
Que ha de perder:
una vida insegura.

Se le ha enseñado al hombre esta premisa
de su existencia?

Se le ha dicho:
tu vida es sólo ahora,
y nunca más?

Para que tiemble,sí
Para alentarlo,no.

Se le ha dicho:eres polvo.
Y que no es nada.

Se le ha mostrado el mundo como un trono
de maderas podridas.

Y en sus leves andamios
se le repite como a un niño
que nada sabe:
que te vas a caer.

Eterno retornelo malogrado:
no somos nada.

Y es por eso que el hombre ha construido
entre el miedo y el ansia
tanto vergel secreto,
tanto sueño anhelante,
tanta gloria,
tanta ruindad.

Pero lo que debiéramos decirle
es:que es.

Que ese pequeño gesto inapreciable
es su vida mortal.

Que vivir es más dulce que las mieles
más amargas.

Y que su lento paso pensativo
vale más que las nubes
y que la eternidad.

Que su breve cerebro
es un mensaje único.

Y que podrá cerrarlo como un libro
cuando llegue el fin.
Si le decimos esto
no es que se pondrá alegre,
pero meditará,
saldrá de su escondite primitivo,
contemplará la vida en su grandeza,
el azul portentoso en su misterio.
Dará razón de ser lo que parece,
un ser leve y feliz,
que se traslada y sufre,
que labora cual hormiga o abeja,
mucho mejor,
que ilustra al orbe,
que canta acompañado de instrumentos
que al ruiseñor sorprenden,
y hasta puede elegir entre los suyos,
con consciente delirio,
a quien quiere tener por compañero
de vecindad y amor.
Còmo evitar entonces que se alumbre
la sonrisa en su labios?
No es el mayor secreto de la vida,
sonreír?
Pues he aquí que el hombre ya ha podido
mostrar su rostro claro,
su levedad graciosa,
su vestigio.
Y si todo no fuera sino nada
alguien tendrá guardado el gran espejo
donde los hombres vamos repitiendo
con ventura o sin ella,
con un benigno don o ceño triste,
cada cual su figura permanente,
su relámpago actual.

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